Lo que más me gustó fue el gran órgano.
También me llamó la atención algún pequeño detalle, como el nombre de los confesionarios.
Luego llegaron Píter, Natalia, Juan y Federica, y tuve que repetir (muy gustoso) algún que otro paseo con ellos. Desde aquí tengo que darles las gracias por adoptarme en su día de turismo por Santiago.
Fuimos a comer a O Dezaseis, recomendación que me había hecho Andrés Milleiro por Twitter media hora antes, y que a Piter le había hecho a su vez un amigo suyo.
Paseos, chocolate con churros, fina lluvia interminable y la compra de un décimo para la Lotería del Niño (que no cambió mi vida pero sí me reintegró el dinero invertido, al terminar en 8) pusieron fin a mi estancia en Santiago. La acorté para tomar un tren algo más tempranero y llegar a Vigo sobre las 21:45, y no las 23:05 como inicialmente había planeado. Allí me recogieron Óscar y Zacarías (su padre), pero esa es otra historia.